La Gaceta

“La curiosidad es la parte más placentera de la escritura”

Definiciones del escritor Diego Puig, que acaba de publicar un libro de cuentos, en los que el amor y la dificultad están presentes como temas. En diálogo con LA GACETA dice, además, que no tiene problemas con la edad

GUILLERMO MONTI

Curioso, detallista, viajero entusiasta, ensayista y relator de historias, escritor apasionado por la escritura, Diego Puig acaba de publicar un libro de cuentos “El problema de la luz”, editado por Gerania. Esta obra, que sigue a “Nadar sin luz” (novela, 2013), “Vírgenes infinitas” (cuentos, 2018), e “It girl” (novela, 2020), se propone ser “más diverso en temas, tonos, tramas y personajes”, en lo que el autor llama una reinvención constante.

- ¿Cómo encaja “El problema de la luz” en tu proyecto de escritura, en especial tras una novela como “It Girl”?

- No encaja (jaja). No publico en el orden en que escribo, porque voy eligiendo qué publicar de acuerdo con las ganas del momento y con las posibilidades. Además, siento que mi proyecto de escritura es más orgánico o espontáneo que planificado. Mis libros de cuentos se estructuran a partir de un tiempo y un espacio que puede durar tres o cuatro años, donde algunas ideas u obsesiones atraviesan los textos que escribo en ese momento hasta que logro escribir todo lo que tenía para decir sobre eso, o hasta que agoto el tema y entonces cierro ese libro y empiezo a reflejar en otros cuentos una nueva etapa o época de mi vida. Los cuentos que estoy escribiendo hoy son la respuesta natural o vital a esos que escribí entre el 2014 y el 2017 y que es el núcleo de este libro. Porque siempre estoy respondiendo a mis lecturas, a una época, a mis vivencias, pero también en gran medida a lo que ya escribí. Necesito reinventarme como escritor todo el tiempo para no aburrirme ni aburrir a los demás, pero esto es más fácil de decir que de hacer y no se puede imponer. Se tiene que sentir natural, propio, honesto, importante y vital para mí y eso no se planifica.

- ¿Cómo fue el proceso creativo (momentos, lugares, inspiraciones) que desembocó en estos 12 cuentos?

- El núcleo duro de este libro empieza en enero del 2015 cuando escribo “La niña del rayo” sobre las momias de Llullaillaco, que es el cuento hit del libro. Ahí encontré el corazón y un poco la impronta de los siguientes ocho cuentos que escribí hasta fines del 2016 y geográficamente todo esto estuvo atravesado por Salta, Tucumán, Las Termas de Río Hondo, mucho Mar del Plata y Buenos Aires (A “It girl” la escribí después de estos cuentos). Y hay tres cuentos que escapan a ese núcleo central y que redondean un sentir y que conectan a este libro con el libro anterior, “Vírgenes infinitas”. “El problema de la luz” es un libro que tiene más amor y luz que mi primer libro de cuentos. Y también es mucho más diverso en temas, tonos, tramas y personajes. Es un gran quilombo de libro, como a mí me gustan los libros de cuentos, a la vieja usanza, sin tanta coherencia temática o estilística.

- ¿Cuál es tu técnica para escribir un cuento? ¿Seguís un esquema clásico (simil decálogo de Horacio Quiroga) o desarrollaste un método propio?

- Mi técnica es tener un buen soundtrack porque es la mejor manera de replicar el estado de ánimo para esa escritura en particular. Planifico bastante, trato de tener un horizonte en cuanto a la historia, el conflicto, las peripecias y el arco narrativo. Tengo que más o menos conocer el arco dramático de los personajes y después trabajo el lenguaje. Me pierdo en digresiones o en investigaciones sobre detalles que pueden o no quedar en el texto final pero que a mí me divierten un montón. Estoy convencido de que la curiosidad es la parte más placentera de la escritura, y probablemente la más rica y generosa. Un buen cuento tiene que atender al lenguaje, a la construcción de imágenes sensoriales, los personajes deben tener contradicciones y deseos, tiene que haber posibilidad de cambio y movimiento en la historia, tienen que haber emoción e ideas y recursos técnicos interesantes. Si algo de esto falta, se tiene que compensar con más de otra cosa. Y después hay que darle tiempo al texto para que decante.

- ¿De qué hablan los cuentos de “El problema de la luz”? ¿Cuáles son los temas que se referencian en tu obra y qué nuevas cuestiones abordás?

- El amor o la dificultad para el amor están siempre presentes como temas. Ya sea amor de pareja, de familia, de amigos o de comunidad. Otro tema recurrente es la pertenencia a un lugar o a una comunidad o grupo. En este libro en particular, hay mucho sobre la muerte de un hijo. No es que yo sea padre (tengo una perra hace seis meses) pero, ahora, en retrospectiva, se nota que era un tema que me interpelaba: ¿cómo sería para mis padres perderme a mí? Y también hay algo con la luz. La idea de una literatura luminosa hoy está muy presente y creo que algo de la luz, en tanto atmósfera, color y estado anímico, me interesaba mucho cuando estaba escribiendo este libro, aunque también siempre fue un tema recurrente, tal vez porque luz, belleza y nobleza son cosas que me son muy caras.

- En el juego que propone titular un cuento, ¿cómo llegás a “Un típico matrimonio gay peronista”?

- Creo haber dicho eso de mi novio y yo en esa época. Creo que la oración apareció en mi cabeza o en una conversación y desde ahí escribí el cuento, que terminó no teniendo nada que ver con lo que yo esperaba escribir a partir de ese título. No sé si es una cuestión de voluntad o de disciplina, pero a veces no hay forma de escribir eso que uno quería escribir, solo te queda lo que has podido escribir. Pero a veces, también, creo que detrás de la certeza de querer o necesitar escribir algo puede no haber nada o no lo que uno creía. Hay algo del orden de la alquimia en la escritura, algo que no tiene una explicación lógica o científica, las leyes absolutas no funcionan aquí. Es como cuando cocino, que nunca sé si va a estar buenísimo o va a ser apenas comible hasta que lo sirvo en el plato.

- Cumpliste 40 años. ¿Te agarró una crisis que haya invadido tu escritura o fue apenas una fecha para tachar en el almanaque?

- No, a los 35 empecé a hacer el duelo con la juventud y ahí escribí “It girl”. Pero ahora, en este momento particular, no estoy preocupado por la edad. Me pasó todo lo contrario a lo que esperaba y es que después de tanto prepararme para los 40, me sentí más joven y no más viejo cuando llegó el gran día. En cuanto a la escritura, fue un año de baja producción porque estuve más abocado a la construcción de mi personaje de escritor (jaja). Ahora, tengo muchas ganas de publicar un set de cuentos sobre el cuerpo, el amor en el cuerpo, que tiene más que ver con los resabios de los 30 que con las nuevas realidades de los 40. Veremos qué pasa a futuro.

- A esta altura de tu carrera, ¿por dónde pasa el mayor disfrute: por la elaboración de la idea, por el proceso de escritura o por la obra terminada?

- Nunca nada es igual. Disfruto mucho escribir, pero a veces algunos textos se me resisten. Disfruto mucho el moldeado de la idea, pero a veces no tengo la constancia para desarrollar una idea. Y disfruto una enormidad mi rol social de escritor, pero también me agota, me da pudor, me genera inseguridades y malestar, me frustra. Es como dice mi abuela: “lo poco, agrada. Lo mucho, enfada”. Ese equilibrio es lo más difícil y también tener la apertura y la generosidad con la vida misma para disfrutar lo que nos toca y mientras se pueda.

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