La Gaceta

El testimonio de creer

MARCELO BARRIONUEVO

El pasado 16 de mayo nos dejó el padre Eduardo Arnau. Había nacido el 24 de noviembre de 1953 en San Miguel de Tucumán y fue ordenado sacerdote el 1 de diciembre de 1979 por monseñor Blas Victorio Conrero. Tuvo diversos destinos pastorales como Vicario parroquial; también pasó un tiempo de estudio en Europa especializándose en Teología Moral por la Universidad Gregoriana de Roma.

Sus años más activos los tuvo siendo párroco de San Martín de Porres, donde generó el mayor desarrollo pastoral. Actualmente era prepósito de la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri junto a su comunidad sacerdotal. Esta última misión la venía realizando hace más de 15 años, por lo que su presencia en Tucumán era intermitente, ya que su misión le obligaba a estar en diversos lugares de la Argentina y fuera de ella.

El lunes, luego de celebrar la misa durante la mañana, en diálogo con quienes lo acompañaban manifestó luego de la Eucaristía que había que estar preparado para Dios. Que él se sentía dispuesto para 20 años o dos horas para el Señor. Como señalaba el Evangelio, hay que estar preparados porque no sabemos ni el día ni la hora.

El padre Arnau, como lo llamaba la gente, fue un sacerdote celoso del cuidado de la Liturgia.

Con nitidez marcaba que las celebraciones eran la expresión de lo que creemos y que su dimensión sagrada se iba perdiendo en las formas y maneras que se realizaban. Puso un énfasis en el misterio de las Eucarísticas, promoviendo uno de los coros litúrgicos más importantes de Argentina. De allí salieron tenores de valor internacional como Franco Fagioli, hoy exponente musical en el mundo. Señalaba que la belleza litúrgica era signo de la fe en lo que creemos.

Fue siempre un sacerdote que se daba tiempo para escuchar. A la vieja usanza de los párrocos estaba horas atendiendo dirección espiritual. Maestro y consejero. Agudo en el análisis de las realidades culturales e históricas. Esto lo mezclaba con una gran sociabilidad, que le permitía ser conocido y reconocido en el tiempo. Prueba de ello fue la gente que acudió a su velatorio y de modo especial a su misa exequial.

Actividades

Hijo de un padre dedicado al mundo de la prensa, fundó el semanario católico Cristo Hoy. Esta iniciativa tuvo una repercusión notable en Argentina y en cinco países latinoamericanos. Fue de gran ayuda en la formación de la opinión pública, con notable repercusión en la formación de cientos de miles de católicos que esperaban con ansia el trabajo semanal. Tenía en claro que los medios de comunicación constituyen un canal necesario en la evangelización de la Iglesia.

Nunca dejó de ayudar a los más necesitados. De estilo sencillo, en su manifestación sabía relativizar el falso ornato para llevar a una consideración de los otros en su dignidad más que por su apariencia. Con Cáritas parroquial no dejó de organizar actividades al servicio de los más necesitados.

A esa tarea le sumó la realización de dos grandes templos. Terminó de construir el de San Martín de Porres; obra titánica ya que la envergadura de su estructura y su modernidad lo obligaron a trabajar para congeniar lo sagrado con lo contemporáneo de su estilo. La otra gran obra fue la Capilla de la Santa Cruz, a la que revalorizó integralmente. Ubicado en la avenida América y Corrientes, es un templo digno de ser parroquia.

Su especialidad en Teología Moral por Roma le dio una apertura de visión sobre los problemas del mundo. Europa abre los ojos. Se especializó en el área de las virtudes y fue profesor en el

Seminario mayor de la Arquidiócesis. Su metodología de estudio era un tanto experiencial desde lo antropológico, ya que razonaba lo que le pasaba al hombre por dentro y por fuera. No se achicaba al analizar los cambios culturales y las perspectivas de los nuevos paradigmas, pero siempre se remitió a la dimensión de la teología de la historia sobre el acontecer humano. Esto le llevaba a sufrir el devenir de la historia y de la Iglesia. Al decir del padre Petit de Murat, repetía que se sufre cuanto más se sabe.

Siempre fue hijo de la Iglesia y supo aceptar los pasos providenciales de Dios en las órdenes de sus superiores. Sabía que la Iglesia fue fundada por Cristo y no es una creación sociológica de la historia. No obstante los debates, era un hombre de pensamiento fiel pero libre. No buscaba lo políticamente correcto, buscaba la verdad. El legado que queda en el pensamiento de muchos es que creía en que Dios que se hacía presente en la Liturgia y en su belleza celebrativa. La verdad como eje de búsqueda y su misión de comunicar.

El padre Arnau queda en la memoria de muchos tucumanos y en el sello impreso del templo donde se descubre un ingenioso campanario que parece vislumbrar una gran A. La dimensión de la historia que se mide en el mismo tiempo que se desarrolla nos hará recordar la labor de este sacerdote. Dios lo tenga en su Gloria.

POLITICA

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