La Gaceta

“Juan Dalma era un hombre que tenía la duda permanente”

El destacado profesor de Psicología que falleció a los 91 años, evoca a su maestro, que organizó la Facultad de Medicina. Entrevista inédita

ROBERTO ESPINOSA

Sonríe cuando le dicen que una de las virtudes más amables de su apellido es el vino. Con placer acepta evocar a su gran maestro, aquel que solía afirmar sobre su profesión que “el primer concepto que define nuestro credo y cosmovisión, es el imperativo de amor entre los seres que viven y sufren”. El doctor Juan Dalma (1895-1977), sabio italiano que organizó la Facultad de Medicina de la UNT, prestigió la cultura tucumana con su despliegue intelectual y fue un formador de profesionales de la salud. “Lo conocí como joven que iba a presenciar conferencias y debates en la Biblioteca Alberdi. Yo era alumno, y lo conocí sin que él me conociera, un conocimiento unidireccional, a principios de los 50, yo tengo 77 años. Iba a conferencias de distinto tipo escuchando la participación de él en todo”, evoca el destacado profesor Jorge Milton Bianchi, uno de los mentores de creación de la carrera de Psicología, de la cual fue uno los primeros egresados, que acaba de partir la vida a los 91 años. Este es un fragmento de una entrevista, incluido en la Historia de la Facultad de Medicina de la UNT, de mi autoría.

- A fines de los 40 y comienzos de los 50, la UNT vivió sus momentos de mayor esplendor, así como la enseñanza de la psicología.

- En los años 50 comenzó a funcionar la carrera de Psicotecnia y Orientación Profesional. La UNT de aquella época se creó sobre la base de tres súper Facultades: la de Ciencias Culturales y Arte, la de Ciencias Biológicas y la de Tecnología. En el ámbito de Ciencias Culturales, funcionaba el Instituto de Psicotecnia, que significaba la psicología profesional y la aplicada, a diferencia de la psicología que era una rama de la filosofía. Y allí lo tuve de profesor al doctor Dalma; estos institutos se crean con Horacio Descole. Quien firma la creación del Instituto es el decano de Ciencias Biológicas, el doctor Rodríguez Vaquero, y pasa a ser parte de la Facultad de Filosofía; el pionero y gestor es Benjamín Aybar. Con buenas referencias de este Instituto comienza a funcionar en 1950, con la Facultad de Medicina. Dalma era mi profesor de Higiene Mental. Se inscribían pocos alumnos y quedaban muy pocos al final, en mi promoción, quedamos solo dos. Uno de los trabajos de Dalma se llamó “Freud”. Los que nos recibimos luego en esa carrera, fuimos 20, ahí lo conozco, personalmente a Dalma, nunca faltó a clase, siempre la llevaba preparada.

- ¿Cuándo se produce un mayor acercamiento a don Juan?

- Veo en el diario un llamado a concurso y me presento como colaborador de la cátedra de Psiquiatría en la Facultad de Medicina. Durante cinco años escuché sus clases que eran al estilo europeo; junto con el adjunto, los dos Jefes de Trabajos Prácticos (JTP), ya me sentía como un discípulo. Era muy creativo y productivo, conversaba todo con su cátedra y así yo me enteré de la génesis de los que luego fueron luego sus trabajos. El vínculo continuó hasta que falleció. Cuando lo invitaban a algún lado, él me invitaba a mí, íbamos juntos a casi todos los congresos, un intercambio de tener como “amigo a un maestro”.

- ¿Cuándo se produce su desembarco en Tucumán? ¿Cómo era su personalidad?

- Me contó que había llegado al país con una misión del gobierno italiano, y Descole se enteró de que estaba en Buenos Aires, lo llama por teléfono y lo cita para el día siguiente a las 6 de la mañana. Dalma sabía quién era Descole y que quería ofrecerle venir contratado a Tucumán. Descole hablaba en castellano y él en italiano, “pero nos entendíamos bellísimo”, decía. El doctor que estaba a punto de regresar a Italia, amaba el mar. Ese relato siempre era permanente, siempre recibía a las personas con una sonrisa, era un hombre cálido, un gran humanista y un gran humanitario. Solía comentar las ideas que luego se convertían en sus trabajos, en su primera presentación, habló de la densidad psicológica con la igualdad de las mujeres con los hombres, de los jóvenes tomando decisiones y los viejos viviendo más tiempo y aportando al mundo cosas. En otro de sus trabajos, se refirió a la neurotización de la humanidad teniendo como uno de los factores la densidad psicológica.

- Era un estudioso del arte, especialmente de Miguel Ángel y Da Vinci.

- Una vez salió en el diario La Nación su artículo “Miguel Ángel, el etrusco”, donde Dalma decía sucintamente que este pintó sus cuadros con modelos que eran los mismos tipos humanos de la época de los etruscos. Escribió sobre Leonardo. En los años 90, leí que un profesor de Turín estaba haciendo unas investigaciones, sacando sangre, para ver si las muestras registraban las características etruscas; él en su momento ya lo había pensado, en su trabajo, hablaba de la sangre en un sentido genérico. Hubo otro trabajo sobre la “Investigación etimológica del tabú del incesto”… Las obras completas de Dalma fueron encuadernadas por su viuda. En el primer Congreso Argentino de Psicología, publicó sobre los aportes de Leonardo a la psicología.

- Dicen que se caracterizaba por su desacartonamiento, no le interesaba para nada vivir de las apariencias.

- Me contó de su estilo de estudiante, que era pasar muchas horas en los bares, donde hay gente, y movimiento. Lo sentía como atractivo, aquí su oficina era el Bar El Crillón, ahí nos atendía, él necesitaba la gente, a veces uno lo llamaba por teléfono a El Crillón y él nos atendía ahí. Le encantaba ir al cerro. Una vez leímos en el diario que en San Javier no había agua. Él estaba ahí y le pregunté si se había quedado sin agua: “peeeerooo, hemos hecho dos guerras mundiales sin agua, ¡uno se puede afeitar hasta con soda!” Vivió primero en la calle Marcos Paz, después en el pasaje Sorol, además se hizo una casa en Las Termas. Su mujer, que era mucho más joven, siempre tenía problemas con la temperatura. Ella fue quien se encargó para que la casa fuera un museo, hasta que la tomó la Fundación Lillo. Él no trasuntaba una añoranza sobre su tierra, se lo veía muy adaptado. La señora, un día, me dijo que me iba a dictar al castellano lo que había escrito Dalma sobre su tierra. En algunos artículos hablaba de la reivindicación del Fiume para Italia. Era antifascista.

- Era muy querido por sus alumnos, se carteó con famosos, ¿le atraía alguna figura política en el país?

- Como docente era un hombre que tenía un esquema, no sé si lo tenía escrito. A propósito de distintos temas siempre contaba una historia paralela y no se perdía. Con el origen del electroshock, contaba la historia de los mataderos de Italia, cómo se sacrificaba a los cerdos, con lujo de detalles y luego seguía con las clases que eran muy ordenadas, ejemplificaba todo. Se carteó con Freud, Einstein, nunca fue recurrente con nadie. Admiraba la inteligencia del presidente Frondizi. Tenía una ansiedad por los periódicos, pero por saber qué pasaba en el mundo de la política. Era un hombre que iba a cuanta reunión había, participaba activamente en todo. Existía una Sociedad de Biología de Tucumán, siempre los veía juntos a Dalma con Martín Gavriloff. Una vez escuché que Gavriloff citaba que lo que estaba diciendo se lo había aportado Dalma.

- ¿Entre sus tantos alumnos dejó algún discípulo?

- Solía decir que su discípulo más destacado era Héctor Warnes. Otro que se sintió heredero de la cátedra fue Pino. Cuando yo era JTP en la cátedra apareció el primer cargo de auxiliar de primera y ese cargo lo ganó Negrete. Dalma se dedicaba nada más que a la docencia, no había revalidado su título para ejercer la psiquiatría. Nunca lo vi desaforado ni renegando de algo que le hubiera pasado. Siempre tenía las puertas abiertas de su casa para sus alumnos. Cuando logró tener teléfono, me decía: “¿cómo no va a tener teléfono?” La comunicación era necesaria para él, sobre todo la epistolar. Lo definiría como un humanista clásico, quizás extemporáneo, cuando el enseñaba psiquiatría (yo era de esa cátedra), tenía un alto vuelo, en ese rol de ser profesor dando brillo a su cátedra cuando los alumnos estaban terminando su carrera, muy pocos casos respondían a ese vuelo.

- ¿Cómo se enteró del accidente que finalmente lo llevó a la muerte?

- Me llama un corrector de pruebas de LA GACETA, Adalberto López, que también trabajaba en Filosofía y Letras, y me cuenta que Dalma había tenido un accidente. Él leía todos los diarios de Tucumán y los de Buenos Aires. Una vez le pregunté cómo hacía para leer tanto… era tal su ansiedad por tener información que se leía todo. Solía hacer una caminata por la tarde para ir a buscar los diarios. Cuando regresaba pasó uno de sus alumnos de los cursos de posgrado y lo invitó a llevarlo hasta la casa. Tiene el accidente y lo llevan al Centro de Salud. No se veían golpes en el rostro. Era un hombre que tenía la duda permanente, la curiosidad. Era un hombre del porqué constante, estaba semi inconsciente; estaba de guardia una psicóloga, que me permitió pasar a verlo. El residente que lo atendía podía ser un nieto, en ese momento estaba entubado y se mete la mano. Y este jovencito, enérgicamente le dice: “no, doctor”, y él contesta: “¿y por qué?” Fueron las últimas palabras que le escuché a Dalma. Todo un signo. Después lo llevaron a un sanatorio privado pero ahí falleció, estuvo internado menos de un mes. El médico me dijo que su salud era delicada, tenía diabetes y no lo podían medicar mucho.

“Se carteó con Freud, Einstein, nunca fue recurrente con nadie. Admiraba la inteligencia del presidente Arturo Frondizi

- Tenía una sensibilidad especial con los perros y casi nadie sabía de su origen religioso…

- Tenía un perro, “el Shery” al que se lo mató un auto, fue la única vez que lo vi llorar, cuando me contó cómo había sido. Él nunca hablaba de la fe y ahí dijo: “inocente volver encontrarlo al Shery”. Cuando murió su féretro estaba presidido por la Estrella de David, él era judío pero nunca me pareció de la religión judía. Nunca tuvo una faceta ideológica ni religiosa. Nunca se asumió judío, no mezclaba la política religiosa con su vida. Parece ser que fue partícipe de esas conversiones forzadas por las persecuciones religiosas, a él no le tocarían posiblemente por su situación legal. En la historia se bautizaban con la idea de no ser perseguidos, creo que él estaba bautizado, pero nunca se lo pregunté. La muerte de él me pareció inesperada. Su huella quedó en mí. Me siento un heredero, dada la edad que murió. No dejó de ser una muerte prematura. Yo era como un hijo para él, tenía un gran vinculo, él lo percibía, era mutuo.

“Lo definiría como un humanista clásico, quizás extemporáneo, cuando el enseñaba psiquiatría (yo era de esa cátedra), tenía un alto vuelo

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