La Gaceta

LA ESCRITORA

En su cuarto, en la proa de la casa, donde irrumpe la luz y el tilo se abate en las ventanas, mi hija escribe un relato.

Me detengo en la escalera, escuchando, tras la puerta cerrada, una conmoción de teclas como si una cadena fuera izada por la borda.

Joven como es, las cosas de su vida son una gran carga, en parte, pesada: le deseo un feliz viaje.

Pero ahora es ella quien hace una pausa, como si rechazara la simpleza de mi idea.

Se agranda una quietud, en la cual la casa entera parece estar pensando y luego ella prosigue con un clamor enrevesado de las teclas, y hace silencio de nuevo.

Recuerdo el estornino aturdido que estuvo prisionero en ese mismo cuarto dos años atrás; cómo entramos, sigilosos, y abrimos un postigo y nos retiramos, para no causarle miedo; y cómo, por una hora de impotencia, desde una rajadura de la puerta, observamos esa suave, salvaje, oscura e iridiscente criatura golpear contra ese brillo, caerse como un guante sobre el duro suelo o sobre el escritorio, y esperar entonces, encorvado y sangriento, la cordura para intentar una vez más; y cómo nuestro ánimo creció cuando, seguro de repente, se lanzó desde el respaldo de una silla, aleteando su rumbo hacia la ventana correcta y perdiéndose en el alféizar del mundo.

Siempre es una cuestión, querida, de vida o muerte, como yo ya había olvidado. Te deseo lo que ya te dije antes, pero más.

LITERARIA

es-ar

2021-06-20T07:00:00.0000000Z

2021-06-20T07:00:00.0000000Z

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Diario La Gaceta