La Gaceta

Se les acaba el tiempo, a mostrar las cartas

JUAN MANUEL ASIS @jjmmasis jasis@lagaceta.com.ar

A pellidos o siglas. ¿Qué será más trascendente para los comicios que vienen? ¿Tendrá más valor sumar nombres o aglutinar partidos para acometer las elecciones? Eso se sabrá tan solo dentro de 24 días, cuando se revelen las estrategias electorales de todos los que competirán por una de las siete bancas en juego para intentar llegar al Congreso -tres como senadores o cuatro como diputados-, tanto de oficialistas como de opositores. Es que el 14 de julio vence el plazo para solicitar el reconocimiento de alianzas transitorias o de confederaciones para participar de las votaciones de medio término, según el cronograma dado a conocer por la Cámara Nacional Electoral.

Entre tanto, las ansiedades de algunos de los protagonistas ya se perciben, especialmente por el lado de la oposición. Es que varios ya se ven poniendo en juego sus apellidos y arriesgando su escaso, poco o mucho capital político

-al margen de los partidos por los cuales vayan a competir eventualmente-, mientras que otros se incomodan de solo pensar que deberán ceder espacios propios para el fortalecimiento de las coaliciones opositoras.

Si el proyecto colectivo es más importante que las aspiraciones individuales, los riesgos y las ambiciones personales deberían subordinarse al interés del conjunto. Eso requiere someterse a un plan de largo plazo que contemple el acceso al poder como objetivo final. También exige mucha humildad, gestos de desprendimiento y nada de egoísmos, lo que es muy difícil de conseguir por estos tiempos; eso no sirve para hacer política a la usanza tradicional. Hoy invade el virus del personalismo; contra eso no se inventó vacuna alguna.

El calendario avisa: los opositores se están quedando sin tiempo para diseñar frentes electorales -por lo menos uno que sea amplio y significativo en términos políticos-; están prácticamente en tiempo de descuento para anudar alianzas. En ese marco las presiones aumentan más rápido para unos referentes que para otros, ya que el juego avanza y exige que empiecen a mostrar las cartas. Unos tendrán oculto el cuatro de copas, otros bien guardado el as de espadas. Basta del franeleo, se escuchó deslizar a un dirigente opositor para remarcar que llegó la hora de tomar decisiones y de reconocer quién está mejor parado para imponer condiciones y quiénes tendrán que aceptarlas, aunque más no sea a regañadientes. En el fondo significa designar a un líder o a un grupo de jefes que ejerzan la conducción táctica del espacio opositor.

En tiempos electorales esto se resuelve de la misma manera: a través de sopesar el sponsoreo. Lo que implica hablar de los recursos para sostener candidatos y apuntalar campañas proselitistas y, sobre todo, de determinar quién o quiénes van a aportarlo a la causa comicial. El que pone, dispone. Recursos a cambio de condiciones. Aquí empiezan a dividirse, a oscurecerse y a aclararse las aguas porque en la mesa de discusión aparecen las llamadas “cajas” institucionales, de las que suelen derivar las inversiones para la acción política. Leyendas urbanas. Se llega al colmo de mencionar que desde el propio oficialismo salen recursos para alimentar a sectores de la oposición, ya sea desde el Poder Ejecutivo o desde la Legislatura y, aunque es difícil de comprobar, curiosamente desde el seno de la oposición suelen surgir los señalamientos acusatorios, hasta con nombres y apellidos. Quién no escuchó mencionar por ahí: a ellos dos los sostiene el jaldismo o a él lo respalda Manzur, apuntando a referentes de la oposición. Y no se salva nadie.

Tal vez sea parte de un juego intrincado de mentes afiebradas o bien se trate de maniobras típicas de desgaste de los adversarios internos, lo que podría entenderse dado el pobre nivel del accionar político actual, donde se marcan más los defectos de los rivales que propuestas propias para asegurar el bienestar general. Todo se limita a sostener que el otro todo lo hace mal. Reduccionismo de patas cortas. Grieta en estado puro. No por nada se agiganta el descrédito de la dirigencia política y, lamentablemente, de la política misma. Nada es gratis.

Recursos, he ahí lo central; recursos para gastar en postulantes, para respaldar toda la parafernalia proselitista. La raíz de todos los males, como lo afirma Hugo Alconada Mon. ¿Quiénes en la oposición tienen cajas a las que recurrir para acometer una campaña electoral? O sea, dinero, estructura y trabajo político territorial. Se refiere que todo eso deriva en un caudal de votos del 5% al 10% del total obtenido. El peso de la estructura, que le dicen. Por definición, entonces, hay que desviar la mirada hacia los que ejercen cargos ejecutivos, en la provincia o en los municipios. Frente a apellidos reconocidos o a siglas de partidos tradicionales, estos ofrecen lo básico para una elección, por eso las acciones de Alfaro (Capital), Campero (Yerba Buena) y Sánchez (Concepción), por ejemplo, cotizan mejor en el mercado electoral que aquellos que tienen cargos legislativos pues se supone que estos últimos están más limitados en cuanto al manejo de fondos. Si es que no tienen sponsors fuertes, claro, como podrían ser las estructuras nacionales de la UCR o del PRO. Sin embargo, el partido radical, como sigla, capaz que ni siquiera participe de estas elecciones, tal como ocurrió en 2019, por su condición de organización intervenida. Y tercien los apellidos.

La dirigencia local del PRO sigue el aconsejamiento de los referentes centrales del partido, de hecho se dice que dirigentes han sido convocados a Buenos Aires para charlar sobre la estrategia a seguir a nivel local. Eso, en pocas palabras quiere decir que les bajarían línea en cuanto a mantenerse en Juntos por el Cambio (con los radicales -¿con cuáles?- y con la Coalición Cívica), o si aceptan a Bussi (FR) en un frente opositor, o si se asocian al intendente capitalino. Ramiro Beti, presidente del PRO, participó en varias reuniones de la oposición, algunas en las que estuvieron los radicales que están enfrentados entre sí (José Cano y Elías de Perez versus Campero y Sánchez) y también se sentó en la mesa de Alfaro. Y ha dicho que no le cierra a puerta al legislador Bussi.

El partido local de Macri apuesta a integrar un gran frente opositor -más bien a todos les vendría de perillas, pero no todos quieren estar con todos porque chocan los intereses personales-, sin embargo, si llegara a fragmentarse la oposición, ¿qué camino tomaría?: ¿se mantendría en Juntos por el Cambio?, ¿se aliaría a los intendentes radicales?, ¿se quedaría del lado de la senadora y del diputado radical? o ¿se acercaría al jefe municipal peronista de San Miguel de Tucumán? Es una incógnita a develar.

Para todos, los tiempos se acortan, y si el 14 de julio vence el plazo para inscribir alianzas, en 34 días más deberán anotarse los candidatos a senadores y a diputados de cada espacio. Bien se dice que a mayor división de la oposición en Tucumán, más amplia la sonrisa del PJ que gobierna la provincia. Los propios dirigentes opositores hacen cuenta y sostienen que si van fracturados en tres frentes -por ejemplo, ni falta hace sugerirlos-, por más pésima gestión que pueda hacer el oficialismo, el resultado puede ser catastrófico en términos políticos para los opositores.

Si el justicialismo alcanza 40 puntos puede ser paliza; es lo que interpretan -y dicen-, entendiendo que si se dividen en tres la distancia del primero con el segundo podría ser de 20 puntos. Es también una forma de alentar, a partir del espanto, una unidad forzada de todo el espectro opositor, de todos en una misma bolsa: Mezclaos con Stavisky van don Bosco y la Mignon, don Chicho y Napoleón, Carnera y San Martín. Está claro que si ese “cambalache” no se arma el PJ respirará aliviado.

Sin embargo vale preguntar: ¿quién se beneficia entre los opositores si cada uno sale por su lado? Es decir, ¿quién puede correr mejor suerte, aunque distante del oficialismo, de entre todos los referentes de la oposición? Hay respuestas para todos los gustos, hasta vale hacer elucubraciones teniendo en cuenta recursos, estructuras e influencia territorial para imaginar un espacio posiblemente “exitoso”. Especulaciones que, por cierto, ya hacen algunos protagonistas del amplio espacio opositor. Pero, aunque algunos quieren acabar con el franeleo y entrar en la etapa de la toma de decisiones, otros están en la estrategia del “yo te invito”: te invito a que te sumes. De atrás.

La semana pasada hubo una reunión en la sede municipal, a la que no fueron invitados los intendentes y los parlamentarios radicales, porque -se comenta- son de Juntos por el Cambio, espacio al que renunció Alfaro. Sí estuvieron Murga (CREO), que habría dicho que no teme salir solo a competir en los comicios, Beti, Páez (Democracia Cristiana) y el radical Vildoza (intendente de Bella Vista). Hasta el miércoles podrían juntarse Alfaro y Campero, y el viernes se deslizó que viene Alfonso Prat-Gay para juntar a toda la muchachada de Juntos por el Cambio. Encuentros para todos los gustos, mientras el tiempo corre para la oposición, y apura las definiciones políticas para afrontar el proceso electoral.

La campaña para las PASO, según el cronograma, empieza el 24 de julio. Pocos días para resolver quién está en mejor posición para ofrecer “puestos de lucha” a las listas y quién en la peor condición como para resignarse a ceder e integrarse desde atrás a un frente. O peor, separados y no compitiendo en una misma interna en las PASO, lo que dispersaría más el voto opositor, menguando sus chances frente al Gobierno. Según los cerebros de las matemáticas electorales, si hay tres alianzas opositoras le facilitaría al oficialismo arañar la tercera banca de diputados. Si se verifica la diáspora opositora, hasta en una de esas Manzur se envalentone y ni siquiera quiera pactar con Jaldo una tregua electoral para reforzar la boleta oficialista. O bien le exijan acordar para que el eventual triunfo del oficialismo, ante ese cuadro opositor, resulte más contundente. Es decir, si la oposición tiene su propio drama, el oficialismo también tiene su propia novela.

OPINION

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2021-06-20T07:00:00.0000000Z

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