La Gaceta

IMPUESTOS MEDIEVALES

“La recaudación sigue asentándose en tributos medievales”, afirmó

MARCELO AGUAYSOL

El tributarista César Litvin señala que las recaudaciones se sostienen en base a tributos de la edad media como Ingresos Brutos, que se superpone con el IVA. “Y después nos preguntamos por qué no llegan inversiones”, dice.

¿Por qué la Argentina tiene tantos impuestos, tasas y contribuciones ? ¿Acaso no hay decisión política para unificar el sistema tributario? ¿Toda esta situación, histórica, lleva a los gobiernos a crear impuestos transitorios que luego se convierten en permanentes? César Litvin, socio CEO del Estudio Lisicki, Litvin & Asociados, sostiene que las marchas y contramarchas que se observan en el Gobierno, como el último caso de la categorización de monotributaristas está relacionada con una real falta de debate parlamentario de las normas que luego se dictan y que, en gran medida, se toman sin consultar a aquellos que pueden enriquecer la normativa. Aún más, durante la entrevista telefónica que le concedió a LA GACETA, el Profesor Titular de la Cátedra de Teoría y Técnica Impositiva (UBA) plantea que, en la Argentina, “las recaudaciones siguen asentándose en impuestos medievales”.

-¿Cómo quedará el esquema de Ganancias a partir de los recientes cambios?

-El nuevo régimen de Ganancias para los asalariados establece tres categorías frente al impuesto. En la primera se inscriben aquellos que ganan hasta $ 150.000 brutos mensuales, que son los más beneficiados porque dejan de pagar el impuesto y, además, le van a devolver lo que pagaron hasta ahora, en cinco cuotas. Tampoco pagarán Ganancias sobre el aguinaldo. En el segundo lote están los que ganan entre $ 150.000 y $ 173.000 brutos mensuales que van a abonar un poco menos; cuanto más cerca esté de los $ 150.000 más importante será la reducción y cuanto más se acerque a los $ 173.000 se irá haciendo más leve la deducción. Para este caso, la devolución de lo abonado desde el 1 de enero será inferior al anterior y está gravado el aguinaldo. En la tercera categoría se ubican aquellos que ganan más de $ 173.000 brutos mensuales, que no les cambia, en absoluto, la situación ni tienen beneficio alguno. Vienen pagando una alícuota muy alta, cercana al 35% y seguirán en la misma situación.

-¿Qué sucederá con Bienes Personales?

-No modificaron el mínimo no imponible de 2019, que es bajo, y seguirá siendo de $ 2 millones para 2020. Se encuentra en una situación insostenible porque este impuesto, que nació en 1991 para que rija durante nueve años, aún sigue vigente y en su momento se lo llamó impuesto a la riqueza. El mínimo no imponible era de 100.000 dólares/pesos, con lo que quedó retrasado y eso ha significado que más cantidad de personas pagaran aquel impuesto a la riqueza, excluyendo del mínimo a la vivienda.

-¿Qué sucedió con el Monotributo? ¿Fue un sistema de prueba y error por parte del Gobierno?

-Eso está relacionado con el debate parlamentario que se da a cuestiones vinculadas con los impuestos, donde se levanta la mano, se aprueba y cualquier tipo de inquietud para mejorar la normativa o sugerencia que pudiera realizarse no es tomada en cuenta porque se la sanciona como viene desde el Poder Ejecutivo. Desde mi punto de vista, les falta el enriquecimiento que las leyes necesitan para un debido debate parlamentario. Hay mucha improvisación; por eso las marchas y contramarchas.

-¿La ley de coparticipación federal es una prueba de la maraña impositiva que hay en la Argentina?

-La Ley de Coparticipación quedó obsoleta y estamos incumpliendo una demanda constitucional que venció el 31 de diciembre de 1996 para modificar este régimen. Por lo tanto, se ha desnaturalizado la distribución de recursos entre la Nación y las provincias. Entonces se origina un problema muy importante porque cada vez que las jurisdicciones locales (llámense provincias o municipios) tienen necesidades de financiamiento para el gasto público, buscan hacerlo a través de más impuestos. A mi gusto, estamos en una situación de anarquía de impuestos locales y una constante puja entre la Nación, las provincias y los municipios para ver cómo se recauda y se financia el enorme gasto público en todos los órdenes. Hoy conviven más de 170 tributos en los tres poderes de imposición. Desde ese lugar, el sistema tributario es muy complejo, de alta presión fiscal, contaminado con impuestos distorsivos. Y después nos preguntamos porqué no vienen inversiones a la Argentina. Ingresos Brutos está primero en el podio de impuestos distorsivos; luego están las retenciones a las exportaciones y, finalmente, el impuesto a los créditos y débitos bancarios.

-¿Por qué cree que no se tomó el toro por las astas para cambiar el esquema impositivo?

-Lo que sucede es que no se puede hablar de una reforma del sistema tributario si no se tiene en claro qué vamos a exigir al Estado que financie. Hay una íntima relación entre los gastos y los recursos. Primero definamos qué vamos a pedir que el Estado financie y de qué calidad tienen que ser los servicios. También qué control se hará sobre las erogaciones del Estado y, en función de eso, vale diseñar un sistema tributario más simple y con menos informalidad. A medida que sube la presión fiscal, aumenta la informalidad, porque es un gran premio para aquellos que están en negro y se vuelve más injusto el sistema tributario.

-Pero surgen moratorias y otros sistemas para financiar a aquellos que deben permanentemente...

-Es un círculo vicioso. Una alta presión fiscal eleva la informalidad y, así, nacen y se reproducen una gran cantidad de moratorias, de planes caducados de otras moratorias, nuevos reenganches, más informalidad y más impuestos. Estamos en un punto cercano a la Curva de Laffer (representa la relación existente entre los ingresos fiscales y las tasas impositivas, mostrando cómo varía la recaudación fiscal al modificar las tasas). En esa curva se visualiza que no todo aumento de impuestos generará mayor recaudación. Creo que estamos en ese punto, porque si no hay inversión, si las empresas grandes se están yendo del país, habrá menos empleo, menos consumo y menos actividad. Entonces, por más que se aumenten los impuestos, no se incrementará la recaudación.

-¿Con los resultados actuales, se percibe un “veranito recaudatorio”?

-No hay que perder de vista que, por más que haya incremento real en la recaudación, se parte de un comparativo bastante especial, del año pasado, caracterizado por tasas negativas por efecto de la pandemia de la Covid-19. Estamos obteniendo recaudaciones en base a impuestos distorsivos y medievales, porque son tributos de la edad media que aquí se mantienen y que no se usan en el resto del mundo. Por ejemplo, Ingresos Brutos fue sustituido por el Impuesto al Valor Agregado (IVA) en gran parte del planeta. En la Argentina, cuando se creó el IVA se eliminó Ingresos Brutos (en algunos lugares se llamó a las Actividades Lucrativas) y, a los pocos años, volvió a reaparecer. Ingresos Brutos más IVA es un absurdo; una locura. Es totalmente tóxico para la actividad económica. Hay que barajar y dar de nuevo, empezando por reestructurar qué gastos públicos estamos dispuestos a financiar con el sacrificio de los contribuyentes. Las tasas no tienen vinculación alguna con el costo de los servicios.

-¿La Argentina tiene la presión fiscal más alta del mundo?

-Si lo tomamos con el aditamento del efecto que tiene la informalidad y consideramos a la inflación como un impuesto, sin dudas y por el margen de evasión, estamos entre las más altas del mundo. Insisto, siempre y cuando se den aquellos dos elementos, la inflación y la evasión; de otro modo, podríamos decir que estamos dentro del promedio de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). No sirve medirla así porque la inflación es un impuesto y la presión fiscal hay que medirla sobre los que pagan.

-¿Por qué cree que la política (Nación y provincias) firman un pacto fiscal que luego no se cumple?

-Más que la opinión de un tributarista, la explicación a ese fenómeno requiere de otros especialistas, más bien sociólogos. Esto está relacionado con un tema ético, de sentimientos morales de la sociedad. Los valores éticos, morales y culturales de esa sociedad. Pero en una sociedad en la que los políticos no cumplen con su palabra, éstos terminan perdiendo credibilidad. Obviamente que repercute en todos los niveles y también en el sistema tributario argentino.

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